Viaje a Islandia

   DIALOGANDO
Jökulsárlón, laguna glaciar en el parque nacional de Vatnajökull, julio 2023.

Jökulsárlón, laguna glaciar en el parque nacional de Vatnajökull, julio 2023.

julio 2023

Para Lorenzo, compañero de este y de todos los viajes.

El viaje a Islandia se empezó a gestar hace bastantes años en mi cabeza en ese anhelo de viajes a parajes inhóspitos, solitarios, alejados de lo conocido para mí.

Hará unos 12 años estuve a punto de hacerlo, pero al final no se dieron las circunstancias y por fin este verano, con Enzo a punto de cumplir 8 años ha sido el momento. Un gran aliciente del viaje era que él lo hiciera con nosotros. Ha llevado un tiempo y esfuerzo previo el organizarlo todo por nuestra cuenta.

Día en la noche

Semanas antes de empezar el viaje, en la mentalidad de un niño curioso, uno de los atractivos más inmediatos de estas vacaciones para Enzo era entender por qué cuando viajáramos a finales de junio no iba a hacerse de noche en Islandia en ningún momento. Tuvimos que recurrir a la clásica linterna y al globo terráqueo en casa para explicárselo. Le inquietaba cómo íbamos a conseguir dormir de día durante los 15 días que duraba el viaje. Finalmente, una vez allí, este pequeño detalle quedó resuelto, más que por persianas y cortinas que apenas había, por el cansancio acumulado del día y las emociones vividas. Pero es cierto que tiene algo de extraño e inquietante lo de que no se haga de noche en ningún momento.  

Enzo estaba intrigado los días previos a partir pensando a qué hora empezaríamos a ver luz desde el avión que salía de Madrid a las 12 de la noche. Me pidió: “si me duermo en el avión despiértame cuando salga el sol”, cosa que ocurrió como a las 2 de la madrugada. Yo por mi parte cumplí tratándole de despertar; él cumplió a medias pues a pesar de la insistencia, estaba tan dormido que solo abrió un ojo parcialmente.

Tras aterrizar, las primeras impresiones al salir fuera de la terminal del aeropuerto y coger un taxi, siendo las 4 de la mañana en hora española y 2 horas menos allí fueron en palabras de Enzo: “¡Qué frío!” “¡es de día!” y “estamos como en la luna, ¡cuánta lava!”. El paisaje de la península de Reykjanes camino de Reikiavik es realmente lunar, en esa imagen de lunar que uno tiene como algo extraño, deshabitado, insólito, sin nada familiar. El viaje en coche transcurre por un desierto de lava durante kilómetros.

Cascadas anti-problemas

El impacto principal del viaje lo ha supuesto el encuentro con una naturaleza grandiosa, enorme, formidable, rotunda.

Dettifoss, cascada en el parque nacional de Vatnajökull, julio 2023.

Dettifoss, cascada en el parque nacional de Vatnajökull, julio 2023.

He vuelto a tener la oportunidad de comprobar cómo hay lugares en los que uno siente que la naturaleza tiene… como decirlo: simplemente otra escala. Tuve también esa impresión hace años en el norte de la India, en la zona de Spiti valley1 y la he vuelto a tener de nuevo en Islandia. Hay una belleza en los paisajes desolados, sin árboles, ni apenas formas de vegetación, de un color gris oscuro, antiguos circos glaciares solo rotos por ríos de aguas grises. Toda una ruptura con el concepto de paisaje bonito que solemos tener en la cabeza, pero precisamente algo de todo eso me cautiva, quizá esa belleza imperfecta, no convencional.

En Islandia nos han impresionado muchas cosas, para empezar el número y tamaño de las cascadas. Hasta el punto de que casi es difícil pararse en cualquier momento de la carretera y no estar viendo una cascada; casi tanto como difícil es no tener alguna oveja (o más concretamente una oveja con dos corderos)2 en el campo de visión a lo largo de los 1.800 kilómetros que lleva recorrer la isla alrededor por su única carretera asfaltada.

A todas esas cascadas que podemos contemplar a orillas de la carretera, aquí y allá que descienden como en distintos saltos desde acantilados, hay que sumar las cascadas con nombre propio3, aquellas que nos dejan con la boca abierta, o más bien en silencio total a pesar de lo turísticos que se han convertido los accesos de algunas de ellas4. Saltos de agua de tal envergadura que nos hacen sentir pequeños. Se saborea el gusto de sentirse apenas nada al lado de una fuerza tan impresionante de la naturaleza. A la vez uno es nada y es parte de ese Todo. Silencio interno en mitad del ensordecedor ruido del agua. ¿Quién mira? ¿Quién está viendo? ¿Qué instancia se abre a esta belleza? ¿Está dentro o fuera de mí? ¿Es lo mismo?

Ante esa grandiosidad y esplendor he sentido qué pequeños son los problemas a escala humana, los míos propios, esas preocupaciones que uno puede tener, etc. ¿Por qué conformarnos con la mediocridad de dar por hecho tristemente que al regreso se pierda esa perspectiva de vuelta a lo cotidiano? No tiene por qué ser así. 

Durante el viaje le decía al niño: “mira Enzo, al lado de cualquier padecimiento o problema, el hecho de no perder esta perspectiva (la que nos da esta escala) es de gran ayuda. Saber disfrutar del contacto con la naturaleza siempre es una salvaguarda, una garantía anti-tristeza incluso en momentos difíciles de la vida” y “recuerda siempre que noche y día esta agua sigue fluyendo, por lejos que estés de esta cascada, en el colegio, en casa, en Madrid…” “en tu vida siempre habrá alegrías y tristezas y experimentarás dolor en ciertos momentos, pues perdemos cosas, personas a las que amamos, etc. Este, el dolor es una parte inevitable de la vida, sin embargo, el sufrimiento sí se puede evitar. Además de otras posibilidades -que espero vayas aprendiendo- ahora te propongo que cuando tengas un problema que te preocupe o una pena, nunca olvides que puedes salir al sol, descalzarte en la hierba, subir a una montaña, sentir el viento, ver las estrellas, contemplar todos esos elementos que estaban ya aquí antes de que llegáramos los humanos. Eso hará más pequeño tu problema al lado de cosas tan grandes, simplemente”.

Hoy día muchas de nuestras preocupaciones tienen su nacimiento en la mente en tanto que son fruto de un diálogo interno limitante (en forma de anticipación al futuro, excesiva rumiación de pensamientos repetitivos, etc). A falta de un deseable abordaje profundo de esto, al menos enfrentarnos a cosas reales nos ayuda a relativizar las preocupaciones que nos acechan5.

Es una fortuna y una bendición estar abierto a esa mirada hacia la naturaleza que en momentos difíciles nos puede inspirar y calmar al sentirnos parte de un Todo Inteligente. Y esta conexión puede sentirse con la brizna de hierba más insignificante tanto como con el paisaje más espectacular.

Otro aspecto que se reveló en Islandia y que detonó allí en forma de preguntas delante de varias de las cascadas fueron reflexiones sobre la muerte que -por resumir- tomaron forma en las siguientes preguntas: “Si muero ¿qué muere realmente? ¿quién muere con este cuerpo? Esta agua va a seguir fluyendo, ¿qué importa que yo esté para verla o no? ¿Acaso no soy una con todo ello?”6

1 Es un valle en el estado de Himachal Pradesh, al noreste de India, que administrativamente pertenece a India pero geográficamente y culturalmente pertenece a Tíbet. De ahí su nombre Spiti que significa la tierra del medio (entre India y Tíbet). Lo visité en un largo viaje en 2008.

2 En Islandia hay una población de casi 1 millón de ovejas frente a los 300.000 habitantes que tiene la isla. De estos habitantes la mitad viven en la capital Reykiavik y alrededores y la otra mitad viven en pequeños pueblos y granjas en el resto de la isla cuya extensión es de 103.000km2 (es una extensión de 11.000km2 más que Portugal).

3 Gullfoss, Seljalandsfoss, Skógafoss, Hafragilsfoss, Detifoss y Selfoss.

4 Hace 20 años cuando Lorenzo había viajado a la isla apenas había turismo ni en los lugares más emblemáticos.

5 Siempre he creído que este es uno de los secretos que explica el porqué a muchas personas les atrae por ejemplo vivir aventuras, o hacer el Camino de Santiago (más allá del componente indiscutible y precioso de la peregrinación). Pienso que son incluso experiencias sanadoras en un momento dado de vida: nos hace enfrentarnos a situaciones reales e inmediatas (la sed, el cansancio, el viento, la lluvia, etc) y no imaginarias y neuróticas (construidas por la mente encerrada en sí misma dando vueltas sobre lo mismo).

6 Habíamos vivido apenas 10 días antes de comenzar el viaje la muerte de un familiar muy cercano y quizá eso ha dotado de mayor hondura este encuentro con lo bello, agradecimiento por estar vivos y poder tener esta experiencia. La muerte vivida de cerca siempre nos invita a ir adentro, un poco más adentro y a preguntarnos sobre qué es esto del vivir y el morir.

Un gigante tumbado: el glaciar Vatnajökull

El glaciar Vatnajökull, julio 2023.

El glaciar Vatnajökull, julio 2023.

La vuelta a la isla empezamos a hacerla desde su capital, Reykiavik7, en el suroeste en el sentido contrario a las agujas del reloj. Las primeras etapas -por así decirlo- eran los puntos más turísticos del llamado circuito dorado, enclaves especialmente hermosos e interesantes, como la cascada Gullfoss, Geysir8 y Thingvellir9, lugares todos ellos de belleza indiscutible.

El paisaje es muy cambiante mientras se va conduciendo, tan pronto hay pradería verde con montañas, cascadas y ovejas pastando, como de repente un campo de lava con líquenes de un color amarillo casi fluorescente; a continuación, flora propia de la tundra ártica, con pequeños matorrales y docenas de tipos de florecillas, musgos y líquenes en miniatura. Es la vegetación más tupida a modo de alfombra que uno pueda imaginar. Lo menos habitual es encontrar un pequeño bosque de árboles enanos, pues apenas hay bosque en Islandia10.

Un par de dias después, aun sin poder borrar la sorpresa de nuestra cara ante tantas expresiones bellas de la naturaleza, simplemente según conducíamos por la única carretera principal que circunvala la isla, llegamos a un punto indeterminado en el que se produjo un cambio: vimos a lo lejos la primera lengua del mayor glaciar del país, el Vatnajökull. Aparecía una masa de hielo blanca entre dos montañas, en el valle, como deslizándose imperceptiblemente. De repente recordé algo que leí siendo niña: un glaciar es algo de algún modo vivo pues se mueve, se desplaza…

Sabíamos que este glaciar, no solo es el más grande de Islandia y de Europa, sino que es mayor que la suma del resto de glaciares del continente. Ocupa una superficie de 8.000km2 y es igual a la extensión de toda la comunidad de Madrid. De modo que cuando empezamos a verlo en el horizonte, tras llegar la carretera a la altura de la primera lengua y verlo a nuestra izquierda en el recorrido, ya no dejamos de verlo durante dos días a lo largo de unos 200km, mientras seguíamos rumbo a rodear la isla.

El espectáculo merecía paradas y la más vistosa sin duda era en la laguna de Jókursalon, un lago con grandes icebergs a la deriva provenientes del glaciar que resulta algo sorprendente para la vista.

La segunda parada ese día fue para hacer una excursión organizada dentro del glaciar que era una de las actividades que más nos atraían del viaje desde hacía meses. Supuso cierta preparación: casco, ropa, botas, crampones y un breve viaje de aproximación a bordo de un gran todoterreno de 12 plazas que puede aventurarse por el interior de la isla (para nosotros era lo más parecido a un tanque a lo que nos habíamos subido nunca). ¡No hemos dado nunca más botes que hoy! decía Enzo después. Tras dejar atrás el todoterreno hicimos una buena caminata por un paisaje único, una extensión de una nada gris oscura con unas paredes montañosas altísimas de las que escurrían cascadas que formaban un río gris que cruzamos por un puente de cuerdas. Íbamos con los crampones aún en la mano, andando esos pocos kilómetros de tierra en busca del lugar donde nos toparíamos con el hielo para comenzar la excursión en el glaciar propiamente dicha11.

El paseo por el glaciar superó nuestras expectativas, anduvimos unas dos horas sobre el hielo e incluso en un momento dado nos guiaron por una especie de pasillos de paredes verticales de hielo hasta que entramos en una pequeña cueva de hielo de suave color verde esmeralda con un torrente de agua ensordecedor atravesándola. El niño estaba emocionadísimo de tal aventura.

Al regreso a la granja donde dormíamos esa noche Enzo preguntaba cuánto habíamos andado y recorrido por el glaciar, cuyas dimensiones le habíamos intentado transmitir: “Mira Enzo, imagina que el glaciar es un gigante tumbado dormido encima de las montañas. Lo que hemos recorrido en esta excursión es el inicio de una de las lenguas del glaciar, que serían como los dedos de las manos del gigante, así que hemos recorrido el terreno equivalente a una uña de su dedo meñique, de manera que imagina lo grandísimo que es”.

Esa noche dormimos emocionados en una habitación desde cuya ventana veíamos muy cerca el glaciar que tanto nos había enamorado y ninguno dijimos de bajar -esa noche sí había- la persianilla enrollable de tela que nos protegería en parte de la luz del día sin tregua.

7 Junto a la capital, en una población llamada Keflavik se encuentra el único aeropuerto internacional de la isla.

8 Geysir es una palabra islandesa de la cual viene geyser, por lo tanto, es este Geysir situado en el circuito dorado el que da nombre a todos los géiseres del mundo.

9 Es una zona en la que se unen la falla euroasiática con la norteamericana y que es perfectamente visible. Además de su interés geológico es un lugar con carácter histórico pues también se conoce a este lugar como el Parlamento, lugar en el que los primeros habitantes de toda la isla allá por el siglo X anualmente acampaban durante unos días y se reunían a parlamentar y dictar leyes.

10 Por lo que hemos podido saber, sí los hubo, pero fueron talados en su totalidad por los vikingos para abastecimiento de leña y construcción de casas y barcos.
Junto al lago Lagarfljót visitamos un bosque de grandes árboles, principalmente coníferas de distintos tipos repoblado en los años 50 del siglo pasado con especies de árboles que fueron traídas de Siberia, Alaska y Canadá.

11 La guía que nos acompañaba en esta excursión nos dijo que todos estos kilómetros que habíamos recorrido a bordo del todo terreno y andando no eran necesarios en la época de sus abuelos que siempre habían vivido en la granja donde ella vivía y de la que habíamos salido, pues el glaciar llegaba hasta la carretera por aquel entonces. Enzo preguntó: “mamá ¿eso qué significa? ¿que el glaciar se está deshaciendo poco a poco?”

Vida en las granjas

Una visita muy especial lo supuso la que hicimos a la granja Bustarfell compuesta por unas edificaciones tradicionales de hierba en el techo que agrupaban una granja familiar cuyo árbol genealógico podía seguirse. Sus habitantes, todos de la misma familia, habían vivido allí desde 1532 hasta los últimos años del siglo pasado.

Granja-museo de Bustarfell, Vopnafjordur, julio 2023.

Granja-museo de Bustarfell, Vopnafjordur, julio 2023.

Las casas museo que conforman esta granja puede visitarse de manera muy amable viendo todo detalle de la vida familiar en ese lugar. Entre esta visita y la del museo de Borgarnes entendimos bastantes cosas y al comprenderlas hemos disfrutado más si cabe de lo que veíamos en el viaje. 

Quizá esto sea un ejemplo más de que comprender es necesario para amar. Conocimiento y amor van de la mano; conocer, al menos relativamente, con cierta profundidad una cuestión nos abre las puertas a comprender y saber valorarlo y eso es la antesala del amor. Esta idea tiene grandes ramificaciones en el ámbito de las relaciones humanas, pero ahora lo comento simplemente a propósito del gran número de granjas que hay alrededor de Islandia. La mayoría de ellas son edificios de paredes de ondulada chapa blanca y tejados rojos, así son hoy día gran parte de las construcciones en la isla. En un primer vistazo se podría creer que su ubicación ha sido elegida por sus actuales propietarios en función de qué terrenos se vendían recientemente y la conveniencia de los pastos cercanos. Sin embargo, nos pareció muy interesante saber, gracias a la visita al museo, que varias de esas granjas mantenían ese emplazamiento a día de hoy, pero había sido elegido ya en el siglo X cuando los colonizadores vikingos llegaron a la isla, hasta entonces deshabitada. Todo el recorrido por el país está salpicado de granjas, alrededor de las cuales pastan principalmente ovejas, y también caballos y vacas, aunque estas últimas en menor medida.

Un día visitamos un pequeño museo de artesanía local en un diminuto pueblo llamado Kópasker, éramos los únicos visitantes del museo y tuvimos la oportunidad de mantener una larga conversación con la única señora que trabajaba allí. Comprendimos más detalles de la vida antiguamente en las granjas gracias a la charla con ella. Entre otras cosas, por nombrar solo una, hablamos sobre el libro titulado Gente independiente de Halldór Laxness, nobel de literatura islandés en 1955 en el que recrea la vida de una familia en una granja en el país a principios del siglo XX. Yo había tenido la oportunidad de leer el libro hace unos años en mi ya antiguo interés por Islandia y ahora todavía comprendía mejor la pertinencia y fuerza de su título que es muy representativo del carácter nacional. La señora nos señaló, por cierto, que no había islandés que no hubiera leído ese libro.

Actualmente el verano en esas granjas es un periodo de lo más laborioso. Justo durante el mes de julio los trabajos que hemos podido observar han sido la siega de hierba que se almacena actualmente en grandes balas de heno para la alimentación de los animales en invierno. No hay que hacer mucho esfuerzo para imaginar la dureza de la vida en invierno en cualquiera de esas granjas debido al aislamiento y al clima extremo, y más si las imaginamos simplemente décadas atrás, no ya siglos.

Sin embargo, hablar hoy día de granjas en Islandia es también hablar de alojamientos para viajeros, pues ciertas granjas han convertido alguno de sus edificios en hospedaje para turistas, que vienen a ser una especie de albergues con cocina y baños compartidos, sencillos pero muy cómodos y con todos los detalles muy cuidados (y es en ellas donde hemos pasado todas las noches de las dos semanas que ha durado nuestro viaje).

Animales en libertad

Frailecillos en un acantilado en la península de Langanes, julio 2023.

Frailecillos en un acantilado en la península de Langanes, julio 2023.

Otra de las experiencias bonitas que hemos vivido ha sido el poder ver animales en libertad. Hay muchos tipos de pájaros en Islandia en verano, sobre todo en el norte a orillas de ártico, ¡es sorprendente! En varias ocasiones había en la carretera señales triangulares rojas que avisaban del peligro que podían suponer los pájaros y eran zonas en las que efectivamente cruzaban aves a toda velocidad. A Enzo y a mí nos encantaba bajar las ventanillas a tope y ellos nos seguían volando en paralelo al coche. Cuando caminábamos había muchísimos y de muchos tipos incluidos patos, ocas salvajes, etc. y otros desconocidos para nosotros.

Una parte especialmente bonita del viaje fue durante 4 días que estuvimos al noreste de la isla, en una zona bastante apartada de la carretera principal. Allí por cierto la organización de comidas exigía todavía más previsión pues estábamos a dos o tres etapas de viaje de un supermercado (y por supuesto de cualquier restaurante). En esa zona de la isla, ya de por sí tan apartada, un día planeamos tomar una pista (como no podía ser de otro modo) sin asfaltar, conduciendo durante unas dos horas, con la esperanza de ver frailecillos, unas aves muy graciosas con un aspecto algo parecido a los pingüinos que además de volar también nadan y bucean. Viven en el ártico y en verano vienen a anidar en unos acantilados muy específicos al norte de Islandia.

Fue un camino de varias horas en las que no vimos a nadie y, en parte esto lo convirtió en un día realmente mágico para nosotros. Era un día claro, con luz preciosa pero bastante viento (como casi siempre allí), hicimos varias paradas escudriñando los acantilados; sabíamos -por la guía que habíamos leído- que en esa zona podían avistarse frailecillos en verano y esperábamos la sorpresa de verlos. Finalmente hubo suerte, pues podrían haber estado en algún lugar inaccesible a nuestros ojos a lo largo de todos aquellos kilómetros de acantilados, pero de repente aparecieron allí y por docenas, a muy pocos metros. Muy cerca y sin asustarse de nosotros los pudimos contemplar largo rato mientras guardaban seriamente sus nidos de las gaviotas (las depredadoras principales de sus huevos). Fue delicioso ese momento. Nunca lo olvidaremos.

Pero esta no ha sido la única sorpresa de este viaje en cuanto a animales, pues en una ocasión, mirando el paisaje del océano ártico, desde unos acantilados, de repente vimos dos focas que nadaban juguetonamente. Fue un momento de gran jolgorio para Enzo. Días después en otro nuevo desvío de unas cuantas horas pudimos avistar docenas de ellas tumbadas en la orilla en uno de sus lugares favoritos en verano en la costa islandesa, por lo que supimos. Un verdadero santuario de focas.

La tarde siguiente, en una situación parecida, sin más, estábamos haciendo fotos de una preciosa cascada que caía en un lateral de una playa de arena negra y fue increíble la sorpresa de ver pasar una ballena, tranquilamente, varias veces salió enseñándonos su lomo y se sumergió. Fue muy bonito. Como no lo esperábamos ni habíamos pensado en ballenas en ese lugar, al comienzo hasta al cerebro le costó reconocer lo que veía. Dos dias después sí hicimos una típica excursión en barco para turistas en Húsavik un pueblo al norte de Islandia cuya preciosa bahía acoge a muchas ballenas en verano y es un sitio estupendo para verlas. Vimos unas 20 y tomamos las fotos que pudimos del momento, fotos que nunca representan ni hacen justicia a la emoción de verlas.

Enzo está muy familiarizado con la observación de la naturaleza y algo que con frecuencia hemos comentado en el viaje ha sido: “más vale ver un animal salvaje libre de refilón que verlo en detalle y de cerca en un zoo, que son lugares bastantes tristes”. Ver animales libres es algo que genera gran regocijo y hemos podido celebrarlo en varias ocasiones durante el recorrido.

Vivimos todas estas experiencias, a las que hay que suma ver volcanes, incluso uno activo que vimos el día que llegábamos al aeropuerto en la península de Reykjanes, que es un lugar con gran actividad volcánica12. Dicho volcán, el Litli-Hrútur, aún ha seguido arrojando ríos de lava (sin peligro para ninguna zona habitada) semanas después de nuestro regreso, según hemos podido ver en un enlace desde donde se emiten las imágenes en tiempo real de una cámara instalada allí.

Al día siguiente a nuestra vuelta, ya en Madrid yendo en metro, ante la pregunta a Enzo de qué le había gustado más de Islandia, -pregunta casi tan improcedente como difícil de contestar-, él respondió rotundamente, así como son los niños: “Nueve cosas: las cascadas, los geiseres, el glaciar, los volcanes, las focas, los frailecillos, las ballenas, el rafting en el río y los baños en las aguas termales”. Es decir, todo.

12 Son muy interesantes los mapas geológicos de Islandia, cómo muestran por colores zonas muy nuevas de la isla que han emergido recientemente de la falla que la atraviesa.

Islandia: palabra clave

Lo que organizamos en principio pensando simplemente en un viaje vacacional, que a buen seguro iba a ser bonito, se ha convertido en una experiencia maravillosa, en algo que va a ser un recuerdo ya para siempre. Hasta el punto de que tenemos en la familia ahora una palabra clave que nos centra, nos saca de cualquier enredo y nos hace sentir en casa: ISLANDIA. La palabra hace cosquillas en el oído de Enzo, quien me devuelve una sonrisa cómplice cuando se la susurro bajito al oído. Y es que, tras esta experiencia compartida, solo nosotros sabemos la dimensión de intimidad, contemplación y profundidad a la que nos remite. I-S-L-A-N-D-I-A son las 8 letras con las que se escribe -para nosotros- un pequeño tratado de filosofía: es pura vida, silencio, eternidad, belleza y conexión con la Naturaleza.

Definitivamente, el viaje más apasionante que uno puede llevar a cabo en una vida es el viaje interior: el viaje al centro de uno mismo para descubrir nuestra verdadera naturaleza. Y sin contradecir esto, hay ciertos viajes, a ciertos lugares y en ciertas circunstancias de la vida de uno que, quizá, sin tener los sitios nada de particular, (o teniéndolo todo de especial, como cualquier sitio) suponen un encuentro con lo sublime. Sin duda el ser humano anhela belleza y las grandes construcciones arquitectónicas y artísticas en general así lo muestran. Quizá es nuestro afán por recrear lo que espontáneamente se nos regala permitiéndonos admirar las que podríamos llamar catedrales de la naturaleza.

Islandia es un lugar que, sin duda, invita a profundizar: por algo Julio Verne lo eligió para viajar al centro de la Tierra a través de uno de sus volcanes, y a nosotros nos ha llevado al menos un poquito más cerca del centro del misterio de la vida y nuestro lugar en ella.

Luisa López Cabrejas