¿Podemos exigir que la vida sea distinta?

   DIALOGANDO
(…) Acepto las dificultades de la vida porque son el destino,
lo mismo que acepto el frío excesivo en pleno invierno:
tranquilamente, sin quejarme como quien meramente acepta,
y se alegra por el hecho de aceptar.
Por el hecho sublimemente científico y difícil de aceptar
lo natural e inevitable
(…)
He nacido sujeto, como los demás, a errores y defectos,
pero nunca al error de querer comprender demasiado,
nunca al error de querer comprender solo con la inteligencia,
nunca al defecto de exigir del Mundo
que fuese algo que no fuese el Mundo

Fernando Pessoa
Poemas Inconjuntos de Alberto Caeiro

Este Poema de Fernando Pessoa, del que he extraído unas líneas, siempre me ha parecido una muestra deliciosa de pensamiento estoico. Y es que muchas veces sufrimos porque la vida no es como quisiéramos.

A lo largo de años de indagación personal y de práctica filosófica he podido constatar que resulta un gran descubrimiento el darse cuenta de algo, a saber:

Una cosa es el ámbito de lo deseable y otro el de lo exigible. Bien podemos desear que las cosas sean distintas, que obren a nuestro favor y no nos acontezcan desgracias, pero ¿podemos exigirlo a la vida? ¿Podemos sufrir por aquello que no somos libres de decidir?

Tengamos en cuenta que nos referimos a imponderables de la existencia, es decir, a asuntos que escapan a nuestro control, que claramente y en última instancia no dependen de nosotros (por ejemplo, asumir la pérdida de un ser querido, una enfermedad propia y así cualquier situación que supera el ámbito de mi actuación). ¿Qué respuesta requieren estas situaciones que no podemos cambiar?: Creo que la más creativa de las respuestas es la de la aceptación de la realidad.

Todo ello tras asegurarme de distinguir entre lo que depende de mí y lo que no, lo que me compete cambiar frente a lo que no depende de mí que sea de otro modo, por más que fuera deseable que fuera diferente. O lo que es lo mismo, distinguiendo lo evitable (que sí requiere toda mi proactividad y el despliegue de mis mejores cualidades) de lo inevitable.

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Burbia (León), 2020.

La Vida, en última instancia, es lo que es, y nos amplificaría el sufrimiento el hecho de enojarnos al exigir que sea de otro modo. Así las cosas, aún me queda un nada pequeño margen de maniobra que es la libertad de elegir cómo vivo lo que la vida me depara. Me pregunto: ¿En qué consiste esa libertad? ¿Qué margen me da? En realidad mucho, pues solo de mí depende mi capacidad de asumir la realidad.

Esto no implica que no tenga cabida actuaciones como, por ejemplo, la movilización social que persigue mejorar una situación: en tanto sea posible el cambio, bien está lucharlo. Del mismo modo, a nivel personal, es nuestra obligación movilizar todo nuestro potencial para cambiar la realidad en lo que de nosotros dependa hacerlo, bien profundizando en nuestro autoconocimiento, formándonos, alejándonos de situaciones que nos dañan, cuidando nuestra salud, etc.

Asumir lo que es puede convertirse en el mayor ejemplo de real cordura, pues supone aprender a amar la vida como es y no por lo que queremos que sea. Se trata de aprender a ponerse en paz con aquello que ocurre, no por el convencimiento de que no sirve de nada no tomarlo así, sino porque es la única actitud realmente veraz, puesto que la vida, en último término, no depende de nosotros. No acabar aceptando esto nos va a hacer tener constantemente la sensación de que la vida se escapa a nuestro deseado control y podemos caer presa de una gran desazón y desesperación.

Para finalizar, llegados a este punto, cabe apuntar una importante distinción,  entre la aceptación y la resignación que probablemente requiera un post aparte más adelante. Por el momento, solo diré que distinguimos entre el rechazo de la situación, el inmovilismo y el victimismo de la resignación, y la actitud creativa, abierta a la indagación y al aprendizaje, que supone la aceptación.

Luisa López Cabrejas